martes, 2 de abril de 2013

Monarquía como la belga o república como la helvética


Jaime Miquel | Analista electoral y ex director general de Gallup España

Podemos distinguir cuatro generaciones de electores, las dos más antiguas se desarrollaron en el franquismo, otra integró los valores antiguos con los del nuevo orden democrático sin ruptura generacional, escapando la más joven a ese pasado en blanco y negro donde ser español, más que un problema, era una desgracia. España es uno de los Estados más antiguos del mundo, pero nunca ha sido una nación. En nuestros días, la nación de 7 de cada 10 ciudadanos vascos es Euskal Herria, lo mismo que Catalunya es la de 6 de cada 10 catalanes o Galiza la de 2 de cada 10 gallegos. En el siglo XXI España es un Estado plurinacional y también lo contrario, porque no es obligatorio tener patria ni nación, el mundo es la casa de todos.

En cualquier caso, a un joven malagueño no se le puede explicar que ser español es una desgracia, porque la mayoría de los vascos y los catalanes no quieren serlo y no hay forma de resolver este problema. No se le puede explicar porque no hay problema que no tenga solución. El mundo ya es global y en la Unión Europea no hay ni siquiera fronteras: la mayoría social vasca reclama un Estado propio, también la catalana y no hay razones para no esclarecer estas demandas, véase el caso escocés, impulsado por el conservador Cameron, que irrita sobremanera a la España de Pacheco. Se trata de convivir, de resolver un problema que tiene que ver con el pasado para afrontar el siglo XXI. El franquismo es, para este joven, algo que se encuentra en los libros de historia, nada que explique su situación actual. Por el contrario, los 36 años de democracia posteriores son plenamente explicativos de sus circunstancias: los partidos vanguardia de la transición política son la dictadura de la generación más joven, que los visualiza como familias mafiosas, implicados con los poderes financieros en una estafa de proporciones incalculables, e incapaces de ocuparse del interés general de las personas. La ruptura en España, pero también en Italia, Grecia o Portugal es, sobre todo, generacional. Napolitano nos dice que el problema ya ha superado los cauces institucionales, que la clase política convencional no tiene las soluciones.

En España, el rey tiene que abdicar para cerrar una etapa lamentable de nuestra historia; el nuevo monarca tiene que liderar las soluciones, empezando por el derecho a decidir de las comunidades autónomas sobre su transformación en Estados de una nueva confederación; se tiene que desarrollar un proceso constituyente con la participación directa de los ciudadanos, y se debe concluir este proceso con un referendo sobre la continuidad de la propia monarquía. El consenso autonómico ya es historia, pero el Estado federal del PSOE no lo quiere nadie, de modo que la solución es una monarquía como la belga o una república como la helvética, lo que prefiera la gente. Incluso podría invitarse a Portugal, estamos en el mundo global del siglo XXI. Si no lidera el sistema lo harán los ciudadanos de otra forma, porque esto se ha terminado.

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