nuevatribuna
Nos queda un año para las
elecciones europeas y todavía no se vislumbra en el horizonte el tan necesario
frente de izquierdas anti-neoliberal por el que están luchando unas cuantas
organizaciones y movimientos políticos. Se decía que esas elecciones, por su
circunscripción única y su recuento más proporcional, serían la ocasión idónea
para articular una opción política que sumara a lo más representativo de la
izquierda que se mueve a la izquierda del PSOE, IU incluida. Sin embargo, todos
los esfuerzos que se están haciendo en ese sentido vienen de organizaciones y
movimientos sin mucha proyección mediática, sin apenas repercusión electoral
pero, eso sí, con un trabajo militante de base convencido, comprometido y
tenaz.
Ocurrió lo mismo con la huelga
general europea, que muchos veníamos defendiendo públicamente desde 2008 y, al
final, llegó tarde y mal, a finales de 2012 y con diferentes acciones
sindicales, sin ser una huelga general de ocho horas homogenizada en los países
que se sumaron a esa jornada de protesta. No quiero ser pesimista pero, por
muchos que sean los esfuerzos que desde abajo se hagan, al final el frente de
izquierdas anti-neoliberal solo cuajará si los dirigentes de los principales
partidos y movimientos de izquierda asumen la urgencia del momento y la
precariedad de la lucha progresista que la desunión de la izquierda imprime a
las necesidades de la clase trabajadora.
Y creo que, por más declaraciones
públicas que hagan, por más llamamientos a la unidad, a la lucha, a salir a la
calle… los principales dirigentes de la izquierda no se creen de verdad que el
momento que atravesamos sea de urgente necesidad. Porque, si se lo creyeran,
hace tiempo que habrían escenificado su intención de unirse en un frente común,
hace tiempo que habrían empezado a reunirse, con luz y taquígrafos, más allá de
la coincidencia en tal o cual acto. Y esto no está sucediendo. La clase
trabajadora escucha a unos y a otros, acude a manifestaciones y lee unas y
otras pancartas, distingue a unos grupos y a otros, pero después regresa a casa
y al día siguiente no vislumbra gestos e intenciones de verdadera unidad entre
unos partidos y otros.
Los sindicatos CC OO y UGT
lograron conformar la Cumbre Social
y, desde entonces, se hacía necesario politizar dicha Cumbre, es decir, formar
lo que algunos defendimos como un Parlamento Social, que hubiera sido el
embrión de un frente de izquierdas anti-neoliberal. Algunos recuerdan y otros
lo hemos visto en archivo aquellas reuniones que en 1976 dieron lugar a la Platajunta , la suma de
partidos y organizaciones antifranquistas que, hasta entonces, estaban
divididos en una Plataforma y en una Junta. De aquella unión nació la fuerza
que, entre otros factores y luchas, permitió la profundidad de las reformas
políticas emprendidas a la muerte del dictador. Pues bien, hoy igual que
entonces, es necesario crear en España otra Platajunta, eso que damos en llamar
el frente de izquierdas anti-neoliberal.
¿De qué sirve tanta crítica a los recortes, al
neoliberalismo, a la acción de gobierno, si después cada partido de izquierdas
va a lo suyo? ¿Cuántas veces se ha dicho que los españoles no nos merecemos tal
o cual cosa? Me pregunto: ¿nos merecemos los trabajadores la desunión de la
izquierda, su incapacidad para articular un frente, una platajunta, una cumbre, llámenlo como quieran...? ¿Para cuándo una
reunión, al más alto nivel, de los principales líderes políticos de la
izquierda de este país, una reunión que sea el comienzo de algo más? ¿No se dan
cuenta estos líderes que, tarde o temprano, de no conformar ese frente, la
sociedad civil se organizará por otras vías? Lo está demostrando la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca ,
lo están demostrando los afectados por las preferentes, lo están demostrando
incluso los jueces, que se están organizando para frenar los desahucios, en
ausencia de reforma legal que acomode la ley hipotecaria a la sentencia del
Tribunal de Justicia de la UE.
Esperemos que lo que se consiguió
en Galicia con la Alternativa Galega
de Esquerda (AGE) fructifique a nivel nacional, porque eso es precisamente lo
que está demandando la ciudadanía de izquierdas, la clase trabajadora. Quizá si
en las manifestaciones los líderes políticos no se situaran a la cabeza sino
entremezclados entre nosotros, escucharían permanentemente esa demanda. Queda
un año para las elecciones europeas y es necesario vislumbrar esa unidad porque
somos millones los que dependemos de la fuerza de una ideología que represente
los intereses de la mayoría social con honradez y ejemplaridad. La batalla no
es solo nacional, por supuesto, la batalla es europea, y aquí también cada país
va a lo suyo. Pero comencemos por casa, y demostremos que no estamos dispuestos
a repetir los errores del pasado, siendo uno y flagrante la desunión de las
izquierdas.
El día que veamos a los líderes
de esa izquierda alternativa reunirse pública y notoriamente comenzaremos a
creer que, “de verdad, sí se puede”. Ese día tiene que llegar y los líderes de Izquierda
Abierta, Iniciativa per Catalunya, Compromís, Equo, etc., etc., tienen que dar
el paso y dejar de mirarse el ombligo, atentos solo cada uno de ellos a su
cuota parcial de votos o poder.
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