Jaime Miquel | Analista electoral y ex director general de Gallup España
Fuente: La Voz de Galicia
Los electores que respaldan al PP de Rajoy ya habían descontado todo con anterioridad a su comparecencia. Estos votantes, que suman ahora 6 millones sobre un censo total de 35,9, apoyan a un presidente que tiene que gestionar la crisis y no tiene que dar explicaciones sobre otras materias, porque, a su juicio, todo lo demás es secundario. Pero lo demás es que hay corrupción política (96 %), que los partidos protegen a sus corruptos (95 %) y que todos son iguales (79 %), y esto la gente no se lo inventa, es lo que se ve. Estas convicciones han arrastrado a todas las instituciones hacia una crisis de confianza ciudadana sin precedentes, de la que ayer hemos asistido a su expresión parlamentaria, porque la actuación de los partidos es desaprobada por el 88 % de los electores, pero la del Parlamento lo es por el 81 %. La comparecencia de Rajoy ha venido a subrayar al elector la inutilidad del Parlamento y sus procedimientos, embarcado ahora en una pantomima legitimadora del carpetazo político a las dudas sobre la financiación ilegal del PP, como hizo en su día con la ILP Stop Desahucios. Rajoy ya lo había dicho todo antes de comparecer, pero Rubalcaba tampoco estaba legitimado para pedirle cuentas, porque es desaprobado por las masas (9 o más de cada 10, CIS). A los ciudadanos no hay que explicarles quién es Bárcenas o cómo se financian los partidos, hay que mostrarles otros valores u otra ética que les permita recuperar la confianza en sus representantes, justo lo contrario de lo que sucedió ayer. El argumento de Rajoy lo dice todo: no dimito porque soy inocente; no hay que ser culpable para dimitir, basta con ser incompetente o despreciado por la mayoría social, como sería el caso.
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