24/07/2013 publicado en
www.nuevatribuna.es
La solución neoliberal a la
crisis económica del Euro-Sur nos ha conducido a un punto del camino muy
peligroso: la transformación de las democracias en mercadocracias, unas
democracias formales en las que las grandes corporaciones financieras y
empresariales (los mercados) imponen sus exigencias a los representantes del
pueblo (gobiernos y parlamentos). Algunos van más allá y a este nuevo sistema
político lo llaman sin tapujos “la dictadura de los mercados”. Este modus operandi de los mercados se
despliega en dos ámbitos, el nacional y el supranacional. En el primero, los
mercados presionan directamente o a través de lobbies a los poderes
representativos o colocan en ellos a fieles sirvientes.
En el ámbito supranacional,
los mercados instrumentalizan las más importantes organizaciones económicas
(FMI, OCDE, BCE...) mediante personal institucional directamente a su servicio
o convenientemente aleccionado por lobbies que representan a las grandes
corporaciones. El modus operandi de
los mercados se completa con el apoyo entusiasta que reciben de algunos gobiernos que, en lugar de defender
los intereses generales del pueblo, defienden los intereses particulares de las
grandes corporaciones financieras y empresariales, de las que casualmente
muchos miembros de gobiernos y parlamentos suelen ser, a título individual,
accionistas, inversores o clientes.
De todos los gobiernos
implicados en la estrategia de desmoronamiento del Euro-Sur el más activo es,
sin duda, el alemán, pues no por causalidad sus grandes entidades financieras
están entre las más grandes del mundo. Aunque, todo hay que decirlo, el
gobierno alemán dirige una orquesta de la que forman parte también los gobiernos
holandés, belga, finlandés, austríaco, danés… casualmente gobiernos de países
con entidades financieras atrapadas en la financiación de las burbujas
mediterráneas y ahora partes interesadas en los rescates financieros a los
países del Euro-Sur.
La fórmula ha sido muy
simple: por un lado, en lugar de que el BCE preste dinero directamente a los
Estados y éstos lo hagan fluir a sus entidades financieras, se ha hecho al
contrario, es decir, prestando el BCE a las grandes entidades financieras europeas
a bajísimo interés y éstas prestándolo, a su vez, a empresas, familias y
Estados a bastante mayor interés, para que dichas entidades financieras puedan
sanear sus cuentas deterioradas con nuevos beneficios.
Por otro lado, sabiendo que
gran parte de la deuda contraída por los países del Euro-Sur no va a ser
recuperada, se ha ideado un sistema de ayuda financiera, llamada “rescate”, que
consiste en generar una nueva deuda pero esta vez con una doble garantía de
devolución: la ordinaria (al cabo de un determinado tiempo a un tipo de
interés; es la habitual en la “deuda pública”) y la extraordinaria, la que
ocultan bajo el nombre de “reformas estructurales”, pensada para devolver la
“deuda privada” .
Ésta última garantía de
devolución es la más importante, es la que más beneficio va a reportar a los
nuevos prestamistas privados porque es la que compromete a los gobiernos del
Euro-Sur -receptores de los rescates- a privatizar gran parte de sus Estados
del bienestar para que puedan gestionarlo sus nuevos acreedores, con lo que se
formará un nuevo y gran mercado privado en esos países, el “mercado del
bienestar”, integrado por la asistencia sanitaria, la educación, las pensiones,
la dependencia y todas aquellas prestaciones sociales a las que portugueses,
españoles, italianos y griegos estamos tan acostumbrados.
La guerra declarada por los
mercados a todo lo que se mueve por debajo suyo en los países del Euro-Sur solo
podría equilibrarse si a sus grandes sindicatos no les temblara el pulso para
poner al Euro-Sur en pie de guerra contra las grandes corporaciones y sus
gobiernos amigos, que dictan en forma de normas jurídicas las medidas que les
imponen los mercados. Estas normas, en forma de decretos y leyes nacionales o
directivas comunitarias, trasponen al ordenamiento jurídico nacional y
comunitario los deseos de los mercados o las “recomendaciones” de las
instituciones supranacionales, que no son otras que las “recomendaciones” de
los mercados.
Los mercados solo tienen dos
objetivos: 1) recuperar el dinero prestado en los años de financiación de las
burbujas aun a costa del empobrecimiento de las clases medias y populares; 2)
obtener nuevas ganancias a costa de este empobrecimiento, comprando a precio de
saldo empresas arruinadas y propiedades vacías, y volviendo a prestar a quienes
más lo necesitan a intereses usureros. En España ya están funcionando empresas
de préstamos personales, de origen alemán, que prestan rápidamente pequeñas
cantidades con un tipo de interés en torno al 3.000% T.A.E., aprovechándose de la
penuria por la que atraviesan cientos de miles de familias.
Después de llegar a la
conclusión de que el actual poder financiero trabaja para sí mismo y de que el
actual poder político trabaja para el poder financiero, uno se pregunta,
parodiando a aquel anciano del anuncio: “¿y los sindicatos qué piensan de
esto?”. Porque es inexplicable la inacción de la Confederación
Europea de Sindicatos (CES) a la hora de convocar una huelga
general e indefinida en el Euro-Sur, que sería lo único que al poder financiero
y a su lacayo poder político les haría levantar el pie del acelerador.
La huelga es el último
instrumento legal que tiene la clase trabajadora para luchar contra las
decisiones lesivas que imponen empresas y gobiernos, unidos de la mano en esta
crisis. Los sindicatos mayoritarios en el Euro-Sur ya han constatado que las
huelgas nacionales o las jornadas europeas de acción sindical no están
sirviendo para frenar las medidas austericidas que están empobreciendo al
Euro-Sur y llevando a miles de personas a la exclusión del sistema, incluso
física. ¿Hasta cuándo van a consentir los grandes sindicatos del Euro-Sur este
lento pero inexorable exterminio? ¿O han decidido que es mejor rendirse al dios
Mercado y, llegada la hora de la exclusión, saludarle como lo hacían los
condenados a muerte en los tiempos de Roma?
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