Jaime Miquel | Analista electoral y ex director general de Gallup España
Fuente: La Voz de Galicia
La percepción generalizada es que la política económica que se aplica en España está unificada en sus objetivos, plazos y exigencias, y que es de obligado cumplimiento gobierne quien gobierne. Esto iguala al PSOE y el PP en el nuevo espacio ciudadano de ruptura y está formalizado así desde la primavera del 2011. Ambos partidos, con todos sus líderes, son percibidos como los gestores del sistema euro, los que se disputan el voto de los electores que quieren encontrar la mejor solución bajo el conjunto de compromisos adquiridos en nombre de todos con la Unión Europea. El número de estos electores es decreciente. Los votantes del PSOE que han entendido la situación y han salido del sistema no van a volver al mismo para votar a IU/ICV u otra formación de la vieja izquierda. Suponer esto es de una ingenuidad pasmosa, porque el elector medio sabe que su voto serviría para ganar a «la derecha», dar gobierno al PSOE, y a las cumbres como en tiempos de Zapatero. Y esto no es que sea más de lo mismo, es que es exactamente lo mismo pero sin el líder leonés.
El reformista empeño de Cayo Lara o de Rubalcaba en reconstruir la vieja izquierda en España es tan estéril como intentar hacerlo en Grecia o en Italia, porque es percibida como un lado del sistema que gestiona la aplicación de las políticas de la Unión Europea, entendidas como injustas por una mayoría social que se siente obligada a pagar unas deudas que no son suyas. En Italia y en Grecia se está produciendo un proceso de destrucción de los electorados del Pasok, Nueva Democracia, el Partido Democrático y la coalición de Berlusconi: defender el euro obligaría, en último caso, a hermanar a los votantes de Rubalcaba y Rajoy; esto ya lo han entendido los electores, aún no los políticos o los periodistas.
Ahora hay dos contiendas electorales, se está de un lado de la raya defendiendo a las personas para que no paguen las deudas de las empresas, los bancos y la ilegítima (en tanto no esté auditada) deuda de las Administraciones, o se está del otro: cualquier componenda es estar del otro. Las viejas organizaciones del lado izquierdo no lo han entendido, pretenden los votos de la ruptura mediante la reforma de la reforma: le proponen al elector desmovilizado su perpetuación como familia o clase, sin considerar que su pensamiento organizado no le interesa a nadie, al menos en la Red. Hacen el ridículo, porque la ruptura además es generacional, territorial y un etcétera interminable: para el elector por el que suspiran, que es el de menos de 40 años de edad, el franquismo está en el mismo sitio que Napoleón. Se engañan: utilizan a Syriza como ejemplo de éxito de la suma de viejas organizaciones pasando por alto que el comunista KKE está en otro sitio. Distinguen entre Syriza y el movimiento de Beppe Grillo, lo que no tiene ningún sentido desde un punto de vista electoral porque sus votantes son los mismos, los insumisos a Maastricht y Lisboa. A la vieja izquierda española se lo explicarán las urnas seguramente antes de un año, o como mucho, antes de dos.
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