martes, 4 de junio de 2013

Por una huelga indefinida en el euro-sur

FRANCÍ XAVIER MUÑOZ | Secretario de Organización ISI ES

publicado en :
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El pasado sábado 1 de junio tuvieron lugar las manifestaciones europeas contra la troika, siguiendo la convocatoria del movimiento portugués que la ha popularizado. Con esas manifestaciones se ponía de relieve el rechazo del sur de Europa a las medidas austericidas que está imponiendo dicho ente, formado por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), respaldado convenientemente por el Consejo de la Unión Europea, que está dominado, como todos sabemos, por el gobierno alemán y sus aliados, los gobiernos de Holanda, Austria y Finlandia, principalmente.

Las manifestaciones, aunque no masivas, responden a la opinión mayoritaria de los pueblos del euro-sur, expresada en reiteradas encuestas, que rechaza de plano la transferencia de soberanía económica que los poderes representativos nacionales (gobiernos y parlamentos) han hecho a unas instituciones no electivas -al menos no por sufragio directo- lo que supone un salto cualitativo en la construcción de la Unión Europea pues, de golpe, se nos impone un gobierno económico que no pasa por las urnas.

A tal déficit democrático se une la percepción mayoritaria de los pueblos del euro-sur de que todas las medidas austericidas se imponen a la población sin el debido y sosegado debate y con el único objetivo de salvar a la banca de un cataclismo, ayudándola a pagar la deuda que tiene contraída con la banca del euro-norte, especialmente con la alemana.

Los poderes representativos nacionales (gobiernos y parlamentos) se defienden aduciendo que cumplen con el principio de legalidad expresado en las Constituciones, haciendo cumplir las leyes, y se escudan en la defensa numantina de unas políticas que no admiten enmienda. Sin embargo, dichos poderes representativos, al imponer medidas que empobrecen a los pueblos, es decir, a sus representados, están incumpliendo flagrantemente el principio que los sustenta en el poder, que no es otro que el principio de representatividad, ya que están legislando y gobernando solo para la defensa de unos intereses particulares muy poderosos –la banca y la gran empresa- a costa de perjudicar considerablemente los intereses generales, que no son otros que los de la inmensa mayoría de la población. Lo más grave de todo es que esa transferencia de poder soberano, arrebatado al pueblo elector, se está entregando sin ocultismo a instituciones políticas y financieras no directamente electivas, gestionadas por emisarios de las grandes corporaciones a través de tecnócratas ligados a ellas que ocupan puestos de responsabilidad en dichas instituciones (BCE y FMI) y a través también de los respectivos lobbies que operan impunemente ante la Comisión y el Parlamento europeos.

Incumplido el pacto de representatividad por gobiernos y parlamentos, ¿tiene derecho la población a forzar la recomposición de dicho pacto mediante la presión social? Definitivamente, sí, pero ¿cómo? En las edades Media y Moderna se justificaba el tiranicidio –es decir, la muerte del tirano- cuando el monarca incumplía alguna de las Leyes Fundamentales del Reino. Una de ellas era el gobierno para el bien común, así que cuando el pueblo -o una parte influyente del mismo- llegaba a la conclusión de que su rey gobernaba a espaldas de su reino, perjudicando sus intereses, se echaba a la calle provocando revueltas o secundaba golpes de palacio que cambiaban la corona de manos. En la Antigüedad, tanto atenienses como romanos se echaban a la calle cuando veían lesionados sus derechos e intereses, forzando con ello a las autoridades a corregir sus medidas, lo que no siempre se conseguía pues a veces el pueblo era reprimido con dureza.

Descartada la violencia por parte de la inmensa mayoría de movimientos políticos y sociales, y ante la indoblegable actitud de los poderes representativos frente a la contestación social de sus representados, ¿quién tiene el instrumento adecuado para elevar la presión ciudadana ante los poderes políticos, que están actuando como correas de transmisión de los poderes financieros? Nadie más que los sindicatos mayoritarios del euro-sur, es decir, los grandes sindicatos de tradición socialdemócrata o comunista que cuentan con la suficiente infraestructura y capacidad de convocatoria para tensionar el rechazo a las políticas austericidas. Sin embargo comprobamos, año tras año, que la acción sindical desplegada hasta ahora por dichos sindicatos no ha surtido apenas ningún efecto, desmovilizando y desincentivando cada vez más a los trabajadores supuestamente por ellos representados. Y así, la clase trabajadora se encuentra en un callejón sin salida pues ve cómo sus esfuerzos y su lucha queda diluida en meros actos testimoniales de su rebeldía.

Ahora bien, ¿han agotado los sindicatos mayoritarios todas las posibilidades de lucha? No, pues la última convocatoria conjunta en el sur de Europa se dio de manera desigual ya que en España se convocó una huelga general de ocho horas, en Italia huelgas parciales sectoriales, en Portugal una huelga general de media jornada –si no me falla la memoria-, en Grecia solo manifestaciones pues la huelga general se había celebrado unos días antes... Sea como fuere, aunque mis datos no sean del todo exactos, se recordará perfectamente que aquella tan solicitada huelga general europea no fue lo que se esperaba de ella y frustró las expectativas del movimiento obrero del euro-sur.

Hace falta, por tanto, una respuesta contundente y definitiva del sindicalismo mayoritario de clase europeo. Y esa respuesta no puede ser otra que la convocatoria de una huelga general indefinida en el área del euro-sur (Portugal, España, Italia, Grecia, Chipre…) acompañada de manifestaciones masivas que saquen cada día a la calle en las principales ciudades a un millón de personas como mínimo en los respectivos países. Solo una acción conjunta de este calibre haría vencer los miedos particulares que cada trabajador tiene en su respectivo país, administración pública y/o empresa. Lo que habría que preguntarse es por qué los grandes sindicatos no están por la labor de llegar a tanto pues ni está en su agenda ni en sus declaraciones ni mucho menos en sus reuniones de la Confederación Europea de Sindicatos (CSE). Y si lo está, desde luego públicamente no se conoce.

De no ser así, no habrá nada que hacer, salvo esperar a que el voto ciudadano cambie de orientación y fuerce los cambios apropiados en la mayoría de países de la Unión Europea, aunque dada la desunión de la izquierda y la conversión de la socialdemocracia europea al liberalismo social, ni siquiera esos cambios auguran nada nuevo ni bueno a las clases medias y populares.

Todo lo demás, todo lo que sigamos debatiendo, escribiendo, manifestando y callejeando no serán más que zarandajas con las que entretenernos, desahogándonos convenientemente para que la indignación no termine por consumirnos.

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