En
esa coyuntura, el BCE y los Estados decidieron actuar, pero lo hicieron mal. En
lugar de garantizar una banca pública y abrir ellos mismos un canal de
transmisión del dinero público hacia la economía, (…) tanto el BCE como los
Estados siguieron confiando la marcha de la economía a la banca. Ambos
prestaron dinero a los bancos a unos tipos de interés muy bajos con la
intención de que éstos prestaran a sus vez ese mismo dinero a las empresas y a
los hogares (…).
Sin embargo, la banca utilizó el dinero público barato para tapar sus
agujeros, para seguir especulando en los mercados financieros o para prestar a
los mismos Estados que les estaban dando el dinero. El resultado fue el que
cabía esperar: los problemas de financiación de la economía continuaron y la
banca siguió sumando beneficios pero ahora a costa de un mayor endeudamiento de
los Estados.
(…)
Había una alternativa que hubiera impedido ese crecimiento de la deuda tan
alto: la actuación correcta del BCE. Éste podría haber prestado el dinero
directamente a los Estados o incluso haber emitido sus propios títulos de deuda
pública mediante acuerdos bien organizados con los diferentes Gobiernos. Y si
además estos últimos hubieran poseído una banca pública no habría sido difícil
reconducir ese dinero hacia las empresas que lo requerían para poder seguir
invirtiendo y creando empleo.
Sin embargo, el BCE prefirió dejar que fueran los Estados los que se
endeudaran y, dado que no había banca pública, éstos tuvieron que permitir que
la banca comercial se quedara el dinero sin poder controlar lo que hacían
realmente con él. De hecho, y como hemos visto, lo usaron en su contra.
(…)
Las grandes fortunas y las grandes empresas desvían sus fondos a paraísos
fiscales o mantienen sus posesiones (…) a nombre de fondos de inversión
inscritos también en paraísos fiscales o en países con menores tasas
impositivas.
(…)
Antes comentamos que cuando un Estado necesita financiación para pagar el
desfase entre gastos e ingresos recurre al mercado de deuda pública. Allí los
inversores (…) prestan dinero a un determinado tipo de interés que a su vez y
en un sentido general depende de la confianza que se tenga en la economía. Por
ejemplo, si se desconfía de la devolución de los préstamos por parte del
Estado, los inversores exigirán mucho más dinero en pago de intereses.
Cuando la crisis comenzó y los Estados tuvieron que endeudarse, muchos inversores,
muy cualificados y con muchos medios a su alcance, aprovecharon la situación
para especular y hacer grandes negocios en este mercado.
© Vicenç Navarro,
Juan Torres y Alberto Garzón
Hay alternativas.
Propuestas para crear empleo y bienestar social en España
Ed.
Sequitur, 2011
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