Javier Madrazo Lavín | Profesor de Filosofía, Ética y Ciudadanía; parlamentario de Ezker Batua-Berdeak entre 1994 y 2001, y Consejero de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno Vasco entre 2001 y 2009.
Nunca la izquierda lo ha tenido mejor en la historia reciente de España para sumar fuerzas en su ámbito de influencia y generar ilusión en una ciudadanía indignada ante los abusos de los que está siendo víctima. Las instituciones más representativas del Estado, la monarquía, los partidos políticos, e incluso la justicia, están perdiendo credibilidad, y con ella la legitimidad que se les presupone, como consecuencia de sus propios errores.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha incumplido su programa electoral, el PSOE carece de liderazgo en la izquierda y la Casa Real sabe que sólo la mentira de la infanta Cristina y la sumisión de funcionarios públicos afines pueden salvar a la hija de Juan Carlos I de responder ante un Tribunal, acusada por blanqueo de dinero y delito fiscal, aunque lo cierto es que la ciudadanía ha dictado su propia sentencia y le ha condenado ya por corrupción.
La crisis económica ha coincidido con una crisis de valores y una crisis institucional, que comparten un mismo origen. Hablamos de un modelo de desarrollo neoliberal, en el que los poderes establecidos se alimentan y defienden para perpetuarse y consolidar sus privilegios. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea imponen sus reglas, dictan políticas acordes a sus intereses y condicionan, con sus decisiones, la vida de millones de personas, que dejan de ser clase media para sentir la amenaza de la pobreza.
Sin duda alguna, nos encontramos en un buen momento para que la Izquierda, en su sentido más amplio y plural, cobre protagonismo y recupere el espacio perdido. Cada día son más las personas que buscan respuestas a su frustración e impotencia, preocupadas porque saben que los anuncios del Gobierno sobre una pronta salida de la crisis son sólo frases hechas, slogans carentes de verdad, como lo fueron los llamados brotes verdes, que después sólo trajeron más paro, recortes y privaciones.
Habrá quienes en este escenario se inclinen hacia posiciones de extrema derecha y canalicen su malestar contra la inmigración o el sector público, olvidando que los culpables de su situación son la banca, la patronal y el gran capital. Sin embargo, afortunadamente, son más quienes ponen su esperanza en la izquierda. El éxito cosechado por la huelga de limpieza en Madrid, las protestas de Gamonal (Burgos) o la llamada “Marea Blanca” constituye un aliciente para la defensa futura de la movilización social como motor de cambio y transformación.
Toda una lección para la Izquierda en su conjunto, que debe interiorizar el mensaje recibido: juntos llegamos más lejos. La ciudadanía ha hecho bandera del sentido común y el compromiso cívico, logrando, desde la unidad de acción, recuperar políticas de cohesión y justicia, como es la sanidad pública y gratuita, que les estaba siendo arrebatada para favorecer el enriquecimiento de empresas privadas, que quieren hacer negocio de los derechos fundamentales.
Una vez más, la sociedad va muy por delante de la política. Mientras la ciudadanía es consciente del valor de remar en la misma dirección, la izquierda aún camina dividida. Las elecciones europeas podrían marcar un punto de partida, basado en un programa y en una candidatura lo más amplia posible, pero todo indica que no será así. Izquierda Unida acudirá a los comicios en alianza con Iniciativa per Catalunya y Batzarre (Navarra), ERC lo hará previsiblemente en solitario, Bildu concurrirá en compañía de BNG y CUP y Compromís suscribirá coalición con Equo.
Una vez más, la sociedad va muy por delante de la política. Mientras la ciudadanía es consciente del valor de remar en la misma dirección, la izquierda aún camina dividida. Las elecciones europeas podrían marcar un punto de partida, basado en un programa y en una candidatura lo más amplia posible, pero todo indica que no será así. Izquierda Unida acudirá a los comicios en alianza con Iniciativa per Catalunya y Batzarre (Navarra), ERC lo hará previsiblemente en solitario, Bildu concurrirá en compañía de BNG y CUP y Compromís suscribirá coalición con Equo.
Este escenario no invita al optimismo. Las formaciones políticas de izquierda con un mayor nivel de representación juegan sus bazas y hacen sus propios cálculos, olvidando que las personas que confían en ellas reivindican diálogo y acuerdo para que sean más fuertes en las instituciones, en detrimento del bipartidismo (PP/PSOE). Son muchas las voces en la izquierda que recelan de las siglas consolidadas y miran con atención a nuevos movimientos, surgidos desde la indignación, como Podemos, que tiene como referente y promotor a Pablo Iglesias.
Hasta la fecha han logrado reunir más de 89000 firmas de apoyo en muy pocos días , así como están teniendo un gran éxito de asistencia en las múltiples presentaciones del proyecto así como en la constitución de los grupos locales. Defienden con radicalidad un proceso de primarias y de empoderamiento ciudadano, apostando por la conformación un gran Frente de Izquierdas a través de una candidatura única a los comicios europeos, con las diferentes organizaciones de la izquierda transformadora y del ecologismo político .
Se trata de tejer una alternativa real contra los recortes y superar el modelo tradicional de los partidos políticos, que también afecta en su vida interna a las formaciones de izquierda, para poder restablecer la confianza perdida. Escribiendo estas líneas, me vienen a la memoria unas palabras del poeta argentino Juan Gelman, recientemente fallecido. Decían así: “Aunque esté un poquito lastimada, mantengo mi esperanza en la izquierda”.
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