Javier Madrazo Lavín | Profesor de Filosofía, Ética y Ciudadanía; parlamentario de Ezker Batua-Berdeak entre 1994 y 2001, y Consejero de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno Vasco entre 2001 y 2009.
Fuente: http://javiermadrazo.wordpress.com/
Un buen amigo, hablando de las dificultades que surgen en la convivencia en pareja, entre amigos e incluso en el trabajo, siempre hace un mismo comentario, fruto de la observación y la experiencia: “Cuando alguien quiere volar dale el doble de cuerda”. Es, sin duda alguna, una actitud inteligente, que parte de la escucha, la comprensión y el respeto. Vienen a mi memoria estas palabras, cargadas de sabiduría, cuando pienso en la actitud del Gobierno del Estado español y las dos formaciones mayoritarias -PP y PSOE- cada vez que Euskadi y Catalunya reivindican el derecho que les asiste a decidir su futuro.
Todas las personas tenemos sueños y aspiraciones; los pueblos, también. Se podrán compartir o no, se entenderán o no, pero nadie está autorizado para negarlos. Aún recuerdo la impotencia que sentía cuando siendo coordinador general de Izquierda Unida en Euskadi me acusaban, como si fueran delitos y yo un peligroso delincuente, de actuar como un lunático independentista, un soberanista que merecía ser condenado o un nacionalista radical, próximo a la izquierda abertzale, por defender el derecho a decidir. Nunca tuve la oportunidad de explicar el porqué las personas y los pueblos del mismo modo que podemos pensar igualmente podemos decidir.
Quienes niegan este derecho niegan la esencia misma de la democracia, aunque cínicamente apelen a ella para legitimar su intransigencia. Coartar la voluntad de las personas y los pueblos es un gran error. Sólo se logra alejarles aún más, cuando no perderles. Euskadi y Catalunya tienen que ver reconocido su derecho a ser aquello que su ciudadanía desee, pero no únicamente como naciones que lo son, sino también, y sobre todo, como comunidades que se preocupan por el desempleo, los recortes, las privatizaciones, los abusos,…. Cometemos un gran error si creemos que el derecho a decidir se agota en un referéndum para determinar si somos un pueblo independiente o no,…
Afortunadamente, decidir es muchas más,… Y por eso le tienen tanto miedo, y unos y otros, en definitiva los mismos, cierran filas para impedir su ejercicio. Decidir Implica poder decir no a quienes nos imponen la reforma laboral, el copago sanitario, la explotación de la juventud, la marginación de muchas mujeres, el trato a las personas inmigrantes, el olvido de la tercera edad,… Por ello, me inquietan tanto quienes vetan el derecho de Catalunya a decidir su futuro el próximo mes de noviembre como quienes impulsan políticas regresivas siguiendo los dictados del FMI, el Banco Central Europeo o la Comisión Europea. Ni unos ni otros están en esa izquierda que añoro, en la que tanto confío, aunque no siempre sepa estar a la altura que a me gustaría.
Un buen amigo, hablando de las dificultades que surgen en la convivencia en pareja, entre amigos e incluso en el trabajo, siempre hace un mismo comentario, fruto de la observación y la experiencia: “Cuando alguien quiere volar dale el doble de cuerda”. Es, sin duda alguna, una actitud inteligente, que parte de la escucha, la comprensión y el respeto. Vienen a mi memoria estas palabras, cargadas de sabiduría, cuando pienso en la actitud del Gobierno del Estado español y las dos formaciones mayoritarias -PP y PSOE- cada vez que Euskadi y Catalunya reivindican el derecho que les asiste a decidir su futuro.
Todas las personas tenemos sueños y aspiraciones; los pueblos, también. Se podrán compartir o no, se entenderán o no, pero nadie está autorizado para negarlos. Aún recuerdo la impotencia que sentía cuando siendo coordinador general de Izquierda Unida en Euskadi me acusaban, como si fueran delitos y yo un peligroso delincuente, de actuar como un lunático independentista, un soberanista que merecía ser condenado o un nacionalista radical, próximo a la izquierda abertzale, por defender el derecho a decidir. Nunca tuve la oportunidad de explicar el porqué las personas y los pueblos del mismo modo que podemos pensar igualmente podemos decidir.
Quienes niegan este derecho niegan la esencia misma de la democracia, aunque cínicamente apelen a ella para legitimar su intransigencia. Coartar la voluntad de las personas y los pueblos es un gran error. Sólo se logra alejarles aún más, cuando no perderles. Euskadi y Catalunya tienen que ver reconocido su derecho a ser aquello que su ciudadanía desee, pero no únicamente como naciones que lo son, sino también, y sobre todo, como comunidades que se preocupan por el desempleo, los recortes, las privatizaciones, los abusos,…. Cometemos un gran error si creemos que el derecho a decidir se agota en un referéndum para determinar si somos un pueblo independiente o no,…
Afortunadamente, decidir es muchas más,… Y por eso le tienen tanto miedo, y unos y otros, en definitiva los mismos, cierran filas para impedir su ejercicio. Decidir Implica poder decir no a quienes nos imponen la reforma laboral, el copago sanitario, la explotación de la juventud, la marginación de muchas mujeres, el trato a las personas inmigrantes, el olvido de la tercera edad,… Por ello, me inquietan tanto quienes vetan el derecho de Catalunya a decidir su futuro el próximo mes de noviembre como quienes impulsan políticas regresivas siguiendo los dictados del FMI, el Banco Central Europeo o la Comisión Europea. Ni unos ni otros están en esa izquierda que añoro, en la que tanto confío, aunque no siempre sepa estar a la altura que a me gustaría.
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